En la vida de un atleta, los momentos de adversidad pueden convertirse en hitos que nos impulsan a superar lo que creíamos imposible. Para mí, como parte de esta comunidad de endurance, sé que el camino no siempre es recto y que cada obstáculo puede representar una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. Hoy quiero compartir mi historia, una historia de determinación y del apoyo invaluable de mi equipo, con quienes vencí desafíos inimaginables en mi proceso de recuperación.
Fue un proceso difícil y duro. La intervención quirúrgica fue más complicada de lo esperado; encontraron cuatro tendones rotos, la fascia y tres tendones del glúteo. Los médicos, profesionales de primera línea, decían que nunca habían tenido un caso como este, por lo cual la recuperación era incierta. Tuve que guardar reposo absoluto en cama por 45 días, no podía sentarme, y debían levantarme con una sábana para ponerme de pie. Luego vinieron seis semanas con un inmovilizador de cadera, un mes con andador y tres meses caminando con bastón. Fue un camino duro de recuperación que, gracias a Dios y a todas las personas que me apoyaron, fue un éxito. No sabía si volvería a caminar normalmente. Trabajé mucho y de manera disciplinada con los ejercicios y la fisioterapia; sin embargo, no sabía si podría volver a correr.
¿Qué retos enfrentaste?
El reto final, antes de la maratón, se produjo un mes y medio antes, cuando corrí en terreno irregular y, al finalizar, tuve un dolor insoportable. Llegué sin poder caminar bien, y lo primero que pensé fue que no estaría lista para la maratón. Fui al médico preocupada, pero me dijo que el dolor no estaba relacionado con la intervención quirúrgica y que solo necesitaba fortalecer la musculatura. Así que, junto con Adri, mi fisioterapeuta, aumentamos las sesiones de fortalecimiento con ejercicios específicos para superar el dolor. Los resultados fueron inmediatos, y el dolor desapareció por completo.
¿Cómo fue la transición de volver a caminar a volver a entrenar para una maratón?
Con Adri manejamos un plan, enfocado sobre todo en el fortalecimiento, para “volver al juego”, como ella lo llama. El trabajo diario de fortalecimiento comenzó con natación, en la cual tuve el apoyo importante de Panchito. Luego volví a salir a la calle en bicicleta, con el apoyo de Guty, cuyo respaldo ha sido indispensable e incondicional en todas las etapas de la recuperación. Así logré sentirme segura y lista para volver a correr. Posteriormente, empecé a caminar y a trotar. Al principio, veía lejana la posibilidad de correr la maratón de Berlín, pero confié en el proceso. No podía creer cuando logré correr mis primeros 10 km sin parar, y poco a poco aumentaban tanto los kilómetros como el ritmo.
¿Hubo algún momento en el que pensaste en rendirte?
Realmente, nunca fue una opción. El deporte ha sido fundamental en mi vida, me conecta con mis seres queridos y amigos, y sobre todo es el ejemplo que quiero sembrar en la vida de mis hijos. Quiero que aprendan a sobrellevar las dificultades con buena actitud y perseverancia, como camino para lograr los objetivos que se propongan, tener una vida saludable, disciplinada y que la constancia los lleve a conseguir lo que desean.
¿Qué te ayudó a seguir y motivarte en los momentos más difíciles?
La motivación más grande fue la idea de seguir compartiendo mi deporte con mis hijos, con Guty, mis hermanos y mis amigos.
¿Qué papel jugó tu equipo de apoyo (familia, amigos, entrenadores) en tu recuperación?
El apoyo de cada persona en mi vida fue fundamental. Mis padres y Guty me cuidaron en los días más difíciles, y mis hijos, a mi lado, me animaban a dar pasos con un andador o me ayudaban a bajar escaleras tomándome de la mano, lo cual me impulsaba a seguir adelante y me hacía desear una recuperación completa.
Correr con Guty, quien me animaba diciéndome que sí se puede y que el dolor es pasajero, cruzar la meta de los 5 km en la competencia Warmi junto a mi hija Victoria y verla tan feliz al recibir su medalla, escucharla decir que quiere correr maratones conmigo, y los domingos en Chaquiñán junto a mi hijo Iván, quien me acompañaba a correr y caminar, fueron el motor necesario para lograrlo.
Adri hizo un trabajo estupendo cuidando las cargas en los entrenamientos. Llegué a Berlín con tres entrenamientos largos de 21, 23 y 27 km, y luego ella me dijo que con eso estaba lista.
Llegué a Berlín un poco nerviosa, sin saber qué podía pasar, pero confiada en Dios, en la compañía de Guty y en todo el trabajo y esfuerzo que habíamos realizado. Desde el kilómetro uno, disfruté de la carrera; no tuve ningún dolor en mi cadera. Al cruzar la meta en 3:35 horas, no lo podía creer; lloré de felicidad y agradecimiento a Dios, a la vida y a todo mi equipo que fue parte de este proceso.
Daniela Andrade
